La literalidad como figura retórica


En la actualidad, es común terminar una frase y rematarla con la palabra “literal” como muletilla de moda en el habla cotidiana. Frases como “Tuve que correr para alcanzar a subirme al camión, literal”, “Pasamos todo el fin de semana viendo nuestra serie favorita, literalmente vimos dos temporadas” o “Literalmente tengo que pagar algunas deudas en la próxima quincena” son algunos ejemplos de este fenómeno.

Según la Real Academia Española, la literalidad hace referencia a lo que está “conforme a la letra del texto, o al sentido exacto y propio, y no lato ni figurado, de las palabras empleadas en él”. Es decir, no es necesario especificar que lo que se dice es literal a menos que se use alguna figura literaria, como alegoría, sarcasmo o paradoja. De lo contrario, se corre el riesgo de saturar nuestras expresiones con la muletilla de moda en todo momento.

En mi caso, he utilizado la literalidad para ironizar, haciendo uso en primera instancia de una hipérbole, como en las frases “Estoy tan hambriento que me comería una vaca, literal”, “Su excusa fue tan mala que me cagué de risa, literal” o “Te lo he repetido un millón de veces, literal”. Estos ejemplos demuestran que el uso de la literalidad como figura retórica puede tener un efecto cómico o exagerado en el habla cotidiana.

Si bien la mayoría de las personas hablan y escriben de forma literal, existen excepciones como el caso de Angel Fernández, descrito por el escritor Juan Villoro como incapaz de utilizar el lenguaje literal. Según Villoro, Fernández era “un hombre invadido por la narración” que no podía decir nada que no contuviera una metáfora o un símil. Incluso el escritor menciona que probablemente se trataba de una especie de perturbación psicológica que le impedia decir nada literal. Aunque este caso es extremo, nos demuestra que el uso de la literalidad como figura retórica tiene sus límites y que en algunas personas puede ser difícil de emplear.

El uso de la literalidad como figura retórica puede tener efectos cómicos o exagerados en el habla cotidiana, pero es importante no abusar de su uso para no saturar nuestras expresiones.

Este texto no lo escribió una inteligencia artificial… pero podría.
//jcmorales


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